Opus 4. Caleidoscopios Abstractos
A partir de una figuración libre que ya llevaba el embrión de lo que más tarde se convertiría en el sistema de puzles, buscaba representar objetos en una composición imprecisa que no nos permitiera decidir si lo que vemos es el contenido o el continente, el primer plano o el fondo. Progresivamente llegué a una simbiosis donde la figuración se disuelve en la abstracción y las formas abstractas se recombinan para sugerir una figuración.
De los rompecabezas en los que la figura predomina de forma neta en relación con lo que la rodea, llegué poco a poco a una simbiosis en la que la figuración se disuelve dentro de la abstracción y las formas abstractas se recombinan luego para sugerir una figuración. Al introducir el movimiento en la composición, el caleidoscopio opera esta transformación, puesto que en él, basta un leve temblor de la mano que lo sostiene para que todo se reorganice de otra manera, para que nuevas alternativas inesperadas aparezcan. Allí donde había formas aún familiares, penetramos en un mundo donde todos nuestros hitos se borran, donde fondo y figura se fusionan, se interceptan, se vuelven sugerencia pura. Un movimiento más y nos encontramos frente a un mundo en el que no nos queda nada familiar, salvo las ideas subyacentes de la composición, las emociones emanadas por el pintor o provocadas en el espectador, nuestras angustias, nuestros cuestionamientos, nuestras esperanzas, una metafísica abstracta donde la imaginación lo hace todo posible.
La estructura del caleidoscopio me permite así sugerir una posible multiplicidad de realidades donde figuración y abstracción ya no se oponen: se refuerzan mutuamente, se complementan, se completan, puesto que en toda figuración se encuentra una abstracción tácita y en toda abstracción, una figuración implícita.
Souvenir d’un horizon glacé. 195 x 114.